Desde el Comité Académico del Máster Universitario en Periodismo nos recomiendan este artículo escrito por Pedro García Cuartango, periodista del periódico El Mundo, columnista y adjunto al director. En el habla de la nueva situación de los periodistas y sobre los periodistas del futuro. Esperamos que os guste.
Lo que mas me gustaba de este oficio era ver descargar por las mañanas los pesados fajos de periódicos en los quioscos. Sonaban al caer como el puño de un boxeador sobre el saco de lona. Y luego venia el rito de cortar las tiras y apilarlos en el estante. Hace años, madrugaba para presenciar este instante mágico. Nada más sensual para un periodista que el olor a papel, a café y a churros en el momento en el que comienza el día y las almas se desperezan. Todavía el diario es algo virginal, que espera al lector para entregar sus secretos como en una cita de amor.
Pero los periodicos ya no son como cuando Jean Sebergf voceaba el Herald Tribune en los campos eliseos. Han ido encogiendo, los paquetes son más livianos y a nadie se le ocurre venderlos en la calle. Hoy no tenemos ni idea de que va a ser de este oficio ni por qué los diarios han dejado de ser una adicción tan poderosa como la heroína. Pero no me parece una buena señal que Jeff Brezos, el dueño de Amazona, haya adquirido el Washington Post por diez veces menos de lo que hubiera valido hace diez años.
Es como si el propietario de un puesto de helados comprara la fábrica que le surte. No tiene lógica por mucho que los economistas se esfuercen en explicar las razones por las que las cosas suceden siempre al revés de lo que ellos habían previsto.
La lógica de la cadena de producción se ha invertido cundo el canal de distribución pasa a ser mas importante que los contenidos, como está sucediendo ya con Google, Facebook o Amazon, que han convenido en realidad la profecía de McLuhan de que el medio es el mensaje.
No me preocupa tanto la concentración de poder que ello supone sino el cambio en la jerarquía de valores que implica el ascenso de estas grandes plataformas que han conseguido que la información sea pura mercancía en el sentido marxista del término.
A partir de ahora el negocio ya no va a estar en fabricar buenos helados sino en disponer del mejor quiosco en la playa para venderlos junto a los flotadores, las palas y los cubos y las gafas de bucear.
Siempre me ha dado miedo acabar trabajando para Murdoch o Warren Buffet, pero la realidad es mucho peor porque, por lo menos, esos magnates de la prensa tienen alma, aunque sea negra. Amazon, no. Por eso, la información como el mal, es algo cada vez más banal.