Para conectar la práctica educativa con los avances tecnológicos o para implementar las nuevas metodologías del aprendizaje en un aula en la que no se ha innovado durante años, el espacio puede brindar una importante ayuda y ser por sí mismo un facilitador de la innovación educativa.
Se trata de modificar los entornos y ambientes que rodean al proceso de enseñanza no sólo en los planes y programas de estudio o en la manera de aprender: se trata de modificar los espacios de aprendizaje, un factor que trabaja de manera conjunta con los últimos avances en el ámbito neurocientífico, claves para conseguir un espacio de aprendizaje eficiente y creativo.
La premisa principal para que el rediseño de los espacios de aprendizaje tenga sentido es que exista una armonía y coherencia entre el entorno físico y el contexto: por quién y para qué va a ser utilizado. No se puede olvidar que estos cambios deben repercutir de forma positiva en el alumno y el profesor para mejorar los procesos de aprendizaje y hacerlos más activos.
En líneas generales, la apuesta a la hora de rediseñar los espacios educativos pasa por concebirlos como lugares más abiertos, amplios, flexibles, luminosos, facilitadores de la comunicación y el encuentro, estimuladores de la participación activa y de la creatividad, y en concordancia con el entorno.
Design thinking para cambiar los espacios
La arquitecta e investigadora en espacios de aprendizaje y arquitectura educativa Ana Mombiedro, compartió la semana pasada en el taller “Aprendiendo a través del espacio” con los asistentes algunos de los secretos de los mejores centros educativos del mundo, poniendo el foco en el espacio que nos rodea como herramienta de aprendizaje. Con casos prácticos y con ejemplos nacionales e internacionales, Ana Mombiedro exploró con los asistentes al taller – provenientes de muchas disciplinas- el factor neurocientífico en el resideño de espacios.
Para la investigadora, la neurociencia nos aporta evidencias sobre la influencia de las condiciones físicas en los procesos cognitivos implicados en el aprendizaje, ya que mediante formas orgánicas en simbiosis con la naturaleza se crean ambientes que estimulan los sentidos. “Por toda la influencia de la neurociencia en este proceso, los docentes deben formarse en las nuevas ciencias, y aunar el conocimiento que se tiene hoy del cerebro con el conocimiento del espacio para potenciar las posibilidades del aula”.
Todos los cambios no pueden imponerse. Por eso, explica Ana Mombiedro, es fundamental hacer una sesión de design thinking con toda la comunidad educativa, para que participe del proceso de rediseño, una actividad que al principio, suele ser difícil: “Inevitablemente estamos muy atados a nuestra experiencia y muy coartados por las cosas que ya conocemos. Al final siempre las soluciones espaciales que vamos a dar en primer lugar van a ser muy básicas: colocar las sillas de una manera, o pintar las paredes de un color. Sin embargo, cuando conoces un poco mejor el cerebro del estudiante y ves que las necesidades no están tan enfocadas a tener un tipo de mobiliario específico sino a tener un tipo de atmósfera, a generar un tipo de espacio, entonces utilizas otras herramientas, como puede ser la luz, el sonido, los olores, entonces haces que la atmósfera educativa sea mucho más rica y no dependa sólo del espacio, sino de muchos factores que son los que hacen que se produzca la percepción”.
Alumnos y maestros más motivados
Entre los beneficios de aplicar la neurociencia al rediseño de los espacios educativos, Ana Mombiedro señala una actitud más tranquila por parte de los alumnos, se muestran más participativos en el proceso del aprendizaje, ellos mismos dan ideas al profesor para implementarlas en el aula. En definitiva, la generación de una comunidad educativa más compacta, donde el niño no solo aprende mejor y de manera más duradera, sino que lo hace de manera consciente, y además aprende a hacerlo fuera de las aulas.